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Una educación diferente para un mundo en cambio permanente

IDEAS NUEVAS, POR FAVOR

 

Con 21 años, Jessica Scorpio ha tenido una idea de negocio genial y bastante simple. Y la ha llevado a la práctica: ha creado una red social para que quien tiene un coche en propiedad pueda alquilárselo por horas a personas que viven cerca. Ha recibido 14 millones de dólares de inversores y sociedades de capital riesgo. La idea de Jessica ha mejorado su sociedad, da más oportunidades a sus conciudadanos, les estimula a compartir en vez de poseer.

Siglo XVI. El máximo esplendor del imperio otomano coincide con un período de apertura en el que consigue atraer a los grandes cerebros de oriente y occidente. El respeto a las diferencias y la libertad para inventar atrajo a musulmanes, judíos y gentiles de distintos lugares. El declive del imperio comienza cuando se impone una visión del Islam conservadora, rígida y poco amiga de los extranjeros, de las ideas diferentes.

Las sociedades vivas son sociedades despiertas que se atreven a imaginar cosas nuevas y a llevarlas a la práctica. Posiblemente la España de nuestros días sea uno de los sitios más convencionales, estandarizados y previsibles. Es una sociedad empapada desde la infancia por una educación pasiva del tipo ‘esto es así y punto’ o ‘las cosas son como son’.

En esta época de crisis, corrupción y degradación producidas por unas élites políticas y económicas incompetentes, uno se pregunta cómo es que la ciudadanía resulta ser tan impotente, cómo lo aguantamos todo, cómo es que nos comportamos tan pasivamente, cómo es que no somos capaces, como colectivo, de idear salidas, soluciones prácticas que incentiven unos comportamientos del poder más justos, más humanos, más solidarios.

A veces pienso que la respuesta a tanta inmovilidad es el sistema educativo que tenemos: un estudiante sentado, pasivo, esperando que quien sabe y puede les explique qué preguntas se debe uno hacer y con qué respuestas deben contestar. Un sistema donde lo importante es saber cómo se hacen las cosas en vez de desarrollar el talento para hacerlas. Un sistema donde lo prioritario no es aprender observar de forma crítica, donde lo importante sea desarrollar el ingenio para detectar qué no funciona, la agudeza para idear soluciones y el empuje para hacer algo para cambiarlo. Nuestro sistema de educar produce en sus cadenas de montaje ciudadanos pasivos tragalotodo, incapaces de observar de forma analítica y crítica su mundo y enfrentarse a los poderes políticos y económicos establecidos.

Si hay algo claro es que de una crisis como esta no salimos con remiendos que nos permitan ir tirando ‘como siempre’, cambiando un par de cosillas sin importancia. Las salidas sólo se encuentran por dos caminos. Primero siendo creativos, como decía Einstein: “no podemos resolver un problema pensando de la misma manera que cuando lo creamos”. Segundo haciendo y llevando a cabo propuestas inteligentes y eficaces.

Todas las soluciones que se están dando a esta crisis se basan en la misma forma de pensar y actuar que la generó. La principal habilidad que debería tener nuestra clase dirigente y nuestra sociedad para salir de la crisis sería la de aventurarse a pensar de una forma diferente. Y el reto de las escuelas debería ser aprender a pensar desde diferentes formas  ¿Por qué es tan difícil educar en ese tipo de capacidades?

El sistema de educación que nos imponen e imponemos, en general, no contribuye a potenciar ni la creatividad ni siquiera el pensamiento divergente. Sir Robinson tiene fascinantes videos  sobre el tema colgados en la red. Cómo van luego a tener los ciudadanos ideas originales, a concebir distintas soluciones, cuantas más y más diferentes mejor, para un mismo problema. Año tras año de educación estandarizada la persona va perdiendo su capacidad de imaginar y, tras pasar por toda la cadena de montaje educativa, interioriza que no hay nada que idear más allá de la norma académica.

 

Sin embargo en el mundo real, fuera del sistema educativo, todos sabemos que no hay nada más valioso que ser capaces de tener ideas originales, diferentes. Po eso es crucial estimular en las escuelas el pensamiento propio y la imaginación, esa manera de educar que prime, en primer lugar, la creatividad, la posibilidad de idear propuestas útiles para resolver problemas y, en segundo lugar, dedicar tiempo y mucha energía a que los estudiantes desarrollen el empuje necesario para hacer cosas (no sólo de saberlas hacer): una educación para una sociedad viva y con ciudadanos ilusionados en mejorarla.

¿Realmente creemos que esta industria educativa que mantenemos puede salir algo positivo? Si realmente queremos recorrer el camino que va del paisaje de grúas y agujeros al de Silicon Valley?

En este punto sería bueno preguntarse ¿qué deberíamos esperar de nuestras escuelas? Supongo que hay varias respuestas, pero una de ellas debería desear unos aprendizajes que estimulen la inteligencia, que no se limiten a enseñar contenidos y respuestas a preguntas estandarizadas, sino que constituyan verdaderos foros de debate donde se enseñe a observar la realidad, a analizarla, a pensar basándose en la teoría pero siempre orientando las ideas hacia la práctica, a desarrollar el empuje para hacer, para cambiar la realidad a mejor; que estimule el conocimiento como aventura y no como repetición cansina, donde se lea y estudie en casa y se discuta y realicen los proyectos en las aulas.

Las sociedades ya tienen claro que es necesaria una visión distinta de la educación, que una educación construida en forma de pequeños contenidos especializados que el estudiante debe deglutir hasta su graduación o hasta su hartazgo y abandono, no tiene sentido: quema a los profesores, aburre a los estudiantes, no añade valor ni mejora la sociedad, y además, lo que es más decepcionante, nos llena de una ciudadanía pasiva que nos impide progresar. La educación no puede concebirse como un proceso en el que alguien da y otro recibe pasivamente: eso solo produce ciudadanos tragalotodo, incapaces de criticar y plantar cara a las élites extractivas que nos exprimen, apáticos  sin empuje, sin iniciativa, incompetentes para tener buenas ideas y sobre todo saberlas llevar a cabo.

La educación debe ser la institución pionera, la avanzadilla de nuevas formas de pensar, actuar y organizarse. Y, siento mucho decirlo, pero si no cumple con esa misión está muerta, sólo sirve para expedir inútiles certificados.

 

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