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Una educación diferente para un mundo en cambio permanente

IDEAS NUEVAS, POR FAVOR

Las sociedades vivas son sociedades despiertas que se atreven a imaginar cosas nuevas y a llevarlas a la práctica. Posiblemente la España de nuestros días sea uno de los sitios más convencionales, estandarizados y previsibles. Es una sociedad empapada desde la infancia por una educación pasiva del tipo ‘esto es así y punto’ o ‘las cosas son como son’. La educación debe ser la institución pionera, la avanzadilla de nuevas formas de pensar, actuar y organizarse. Y, siento mucho decirlo, pero si no cumple con esa misión está muerta, sólo sirve para expedir inútiles certificados.

En esta época de crisis, corrupción y degradación producidas por unas élites políticas y económicas incompetentes, uno se pregunta cómo es que la ciudadanía está tan parada, cómo lo aguantamos todo, cómo no somos capaces, como colectivo, de idear salidas, soluciones prácticas que incentiven unos comportamientos del poder más justos, más humanos, más solidarios.

A veces pienso que la respuesta a tanta inmovilidad es el sistema educativo que tenemos: un estudiante sentado, pasivo, esperando que quien sabe y puede les explique qué preguntas se debe uno hacer y con qué respuestas deben contestar. Un sistema donde lo importante es saber, como mucho, cómo se hacen las cosas, en vez de desarrollar el talento para hacerlas. Un sistema donde lo prioritario no es aprender observar de forma crítica o desarrollar el ingenio para detectar qué no funciona y la agudeza para idear soluciones y disponer del empuje para hacer algo para cambiarlo. Nuestro sistema de educar produce en sus cadenas de montaje ciudadanos pasivos tragalotodo, incapaces de observar de forma analítica y crítica su mundo y enfrentarse a los poderes políticos y económicos establecidos.

Los especialistas ya tienen claro que necesitamos otra educación, que una educación construida en forma de pequeños contenidos especializados que el estudiante debe deglutir hasta su graduación o hasta su hartazgo y abandono, no tiene sentido: quema a los profesores, aburre a los estudiantes, no añade valor ni mejora la sociedad, y además, lo que es más decepcionante, nos llena de una ciudadanía pasiva que nos impide progresar. La educación no puede concebirse como un proceso en el que alguien da y otro recibe pasivamente: eso solo produce ciudadanos pasivos  tragalotodo, incapaces de criticar y plantar cara a las élites extractivas que nos exprimen, apáticos  sin empuje, sin iniciativa, incompetentes para tener buenas ideas y sobre todo saberlas llevar a cabo.

La principal habilidad que debería tener nuestra clase dirigente y nuestra sociedad para salir de la crisis sería la de aventurarse a pensar de una forma diferente. Y el reto de las escuelas debería ser aprender a pensar desde diferentes formas  ¿Por qué es tan difícil educar en ese tipo de capacidades?

El sistema de educación que nos imponen, e imponemos, no contribuye a potenciar ni la creatividad ni siquiera el pensamiento divergente.  Cómo van luego a tener los ciudadanos ideas originales. Nuestro sistema fomenta la pasividad el no hacer. Cómo van los ciudadanos a evitar la pasivdad. 

Sin embargo en el mundo real, fuera del sistema educativo, todos sabemos que no hay nada más valioso que ser capaces de tener ideas originales, diferentes. Por eso es crucial estimular en las escuelas el pensamiento propio y la imaginación, esa manera de educar que prime, en primer lugar, la creatividad, la posibilidad de idear propuestas útiles para resolver problemas y, en segundo lugar, dedicar tiempo y mucha energía a que los estudiantes desarrollen el empuje necesario para hacer cosas (no sólo de saberlas hacer).

En este punto sería bueno preguntarse ¿qué deberíamos esperar de nuestras escuelas? Supongo que hay varias respuestas, pero una de ellas debería desear unos aprendizajes que estimulen la inteligencia, que no se limiten a enseñar contenidos y respuestas a preguntas estandarizadas, sino que constituyan verdaderos foros de debate donde se enseñe a observar la realidad, a analizarla, a pensar basándose en la teoría pero siempre orientando las ideas hacia la práctica, a desarrollar el empuje para hacer, para cambiar la realidad a mejor; que estimule el conocimiento como aventura y no como repetición cansina, donde se lea y estudie en casa y se discuta y realicen los proyectos en las aulas.

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